TODO EMPEZÓ EN UN ESCENARIO

Por alguna razón, cuando volvía a casa después de una función, tenía la enorme necesidad de llorar. Mis primeras experiencias sobre el escenario fueron cuando tenía ocho años, y aún no entendía lo que era emocionarse de pasión y arte. Las tablas me enseñaron a estar presente, a escuchar, a crear en equipo, a jugar y a abrazar la incertidumbre de cada día, descubriendo en el teatro una de las artes más vivas que existen.